viernes, 4 de septiembre de 2009

LA VIVIENDA COMO PERSONALIZACIÓN

El caso de la Ciudad de los POETAS. Madrid
Personalizar la vivienda en la búsqueda de señas propias de identidad, es como buscar el "personalizar la vida", en contra de su integración y masificación. Casi todo el mundo busca hoy en día el definir una imagen que lo destaque o separe del resto, pero lo malo es que no lo suele hacer desde serios y profundos principios o actitudes, sino desde la búsqueda de una apariencia simple pero eficaz, inmediata, que lo diferencie del resto.
Ciudad de los Poetas, conjunto residencial de los años 60 previsto para una población cercana a los 25.000 habitantes, fue concebido todavía como un sistema global, unificado, de representación, confiando o creyendo que "la personalización" debía ser una apuesta sólo interior. Por ejemplo en el estudiado diseño del ratio modular de la estructura, que abría la posibilidad de modificación de la distribución interior, y que realmente llegó a producirse en algunos contados y excepcionales ejemplos. Pero esa personalización, debido quizás a que ahora transitamos por la era de Acuario, o que el mercado ha impuesto tal concepción de la imagen, o por otras razones múltiples que se verifican en las sociedades desarrolladas -auto afirmación, autoestima, democracia, un hombre un voto, etc.- ha trascendido el espacio propio de la vivienda. La necesidad de "demostrarse", "afirmarse", "destacarse", ha roto con sus límites y se expresa hacia el exterior, de las personas, de las viviendas, en la urbanización, en los espacios comunes o compartidos: el descansillo, la escalera, el ascensor, el portal. La imagen de cada uno de los habitantes, del grupo familiar, la de un conjunto pequeño de vecinos, la de una comunidad, trata de imponerse al resto, a la imagen de "los otros". No hay que olvidar el papel que juega en ello las imágenes que imponen los mass media, con su poderosa capacidad de convencimiento, a veces subliminal, continuada, y esta vez sí claramente masiva. TV, prensa, revistas, etc., Y aquí sí que nadie rechista, o manifiesta capacidad crítica para enfrentarse a ella.
Ciudad de los Poetas, y otros barrios, donde la dominante inicial era la obtención de una imagen marco de referencia, común, compartida, modelo resumen de una "forma profesional o cultural" de entender la forma construida como imagen plástica no diferencial, y sí de agrupación, al menos en términos estrictos. En Ciudad de los Poetas, el diseño del hábitat dominante se resolvió con tres módelos básicos, de características similares, que se confían a una serie de manipulaciones geométrico espaciales, de agregación, rotación, inversión y relocalización. Como arquetipo dominante se manejaba, por un lado, una concepción unitaria, dominante, al viejo estilo racionalista, con substratos de pensamiento unitario aglutinado, bien de raíz izquierdista o derechista. La imagen no de la gente individualizada, sino de una idea, un sistema un proyecto colectivo. A ello se sumaba también la creencia de que el momento social de entonces requería un espíritu comunitario, un ideario colectivo, la democracia, la participación, y que ello no nos hacía por fuerza iguales, pero sí parecidos, necesitados de la satisfacción de anhelos similares, integrados por las mismas necesidades y respuestas en un proceso compartido de emociones y aspiraciones, y todo ello vinculado a un cierto estándar social al que iba dirigido el producto.
Por el mismo tiempo, incluso antes, algunos arquitectos, teóricos, técnicos e incluso científicos sociales, comenzaban a preocuparse, desde espacios socio políticos más evolucionados (EE.UU. RU. y Francia, sobre todo), por encontrar soluciones arquitectónicas que permitiesen incorporar una mayor personalización a la imagen residencial de los colectivos sociales de tipo medio y medio bajo. Por el contrario, en los extremos del espectro social, eso ya era habitual por el recurso a la vivienda netamente privada, obtenida bien por capacidad económica, el chalet, la residencia, bien obligado por lo contrario, la pauperización de los recursos: la casita suburbial, la chabola. La discusión se centraba entonces en como hacer participativa, sometida a la libre expresión personalizada, la vivienda colectiva. Christopher Alexander, y Chermayeff, con sus estudios sobre la síntesis de la forma, adelantan varias de estas ideas. Viviendas que de alguna forma recurren a los procesos de auto construcción parcial vinculada a los acabados, las fachadas, los remates o detalles, etc., como a la definición de un sistema supraestructural facilitado por el mercado, tal que si se tratase de obtener modelos unifamiliares inmersos en sistemas colectivos, fluctuando entre el macro bloque subsumidor y la acumulación de adosados.
En el primer período de entreguerras, hacia los años 20, Le Corbussier desarrolla el barrio de Pessac, Francia, cerca de Burdeos, con la intención de que esa aportación personalista sea conducida por una cierta regulación tecnológica de los procesos constructivos y la división estandarizada de componentes y materiales, con soluciones intercambiables liberadas al arbitrio de los futuros propietarios y usuarios. ¿Qué se reserva aquí el arquitecto como "dios creador" de un tipo de hábitat? La ordenación de volúmenes, el diseño de una superestructura o soporte constructivo básico, que es la regulación de los procesos de cambio o alternancia de soluciones, la relación con el entorno en la vinculaciones básicas de orientación, accesos, interconexión, etc.
Esta necesidad de la expresión personal en la vivienda, necesidad a veces obsesiva de destacarse de los demás cuando se trata de permanecer dentro de un vasto conjunto ordenado de viviendas similares, ha ido creciendo desde entonces, bien por analogía con la idea popularizada de la casa unifamiliar, bien por la extensión del concepto "hágaselo usted mismo", con su respaldo en la industria de componentes y en la publicidad del mercado, bien por la intromisión en la cultura occidental, y no occidental, del modelo americano de vida. La necesidad del hombre, a veces sobre todo de la mujer, de participar activamente en la definición de su hábitat personal, ha ido creciendo a pasos agigantados en las dos últimas décadas, al mismo tiempo que va perdiendo referencias culturales sólidas, las de la tradición local o nacional, las del clima, las de los materiales constructivos, para incorporar por contagio, globalización o internacionalización las del modelo dominante en el mercado, pero sobre todo para rescatar aquellas variables que le permitan distinguirse sobre el resto, los otros, en un mundo de referencias culturales cada vez más intermezcladas.
Ciudad de los Poetas fue proyectada también con esa contradicción de intentar una imagen única pero variable, reconocible dentro de un espectro muy limitado de datos visuales, y por lo tanto confusos, por escasos. Una imagen determinante y colectiva para un mundo social y estético que poco a poco ha ido en busca de la particularidad aún a pesar de la cultura. Pero aquella propuesta, como ejercicio de poesía urbana, poesía constructiva a niveles modestos, fue excelente, incluidos los conocidos excesos plásticos discursivos y a veces anti constructivos, según opinión pública casi generalizada, y la de algunos expertos: la solución del aventanamiento, por ejemplo, con el cristal por delante, pegado al plano de fachada, y la persiana de oscurecimiento por detrás, sobre el plano interior, que sin embargo confería a la solidez del muro exterior la adecuada continuidad con alternancia de opacos y transparentes. Aún eso era, es, una apuesta poética difícil de entender en esos términos, un regalo del arquitecto diseñador, la visual integradora, sumatoria, del plano de fachada en su ritmo quebrado por la articulación de los distintos bloques, por la lectura de su combinatoria. Asunto que poca gente ha sabido apreciar, pero que la crítica ha recogido como positivo.
Esa propuesta mal entendida, pero también cargada de problemas prácticos, desencadeno una de las principales transformaciones del plano de fachada, ahora "aportada" por los habitantes: la reposición de las ventanas, de sus colores y materiales, o de la inversión del sistema técnico de oscurecimiento y protección antisolar por la introducción de persianas externas con capialzados y tambores integrados. A ello siguió pronto la "mejora y cualificación" de la imagen representativa de los portales, concentración expresiva, tarjeta de visita de la casa y sus vecinos, convirtiendo la imagen sintética, escueta y adusta de los portales y cancelas originales, de los materiales sencillos pero dignos, en vitosos cofres de guardar habitantes, revestidos de mármoles o piedras pulidas, protegidos por cancelas de aparatosos juegos de perfilería, adornada con detalles dorados, exagerando una imagen que no se corresponde con el resto del aparato constructivo, y sí con la que habitualmente es usada para la última morada del hombre rico, la de las criptas o capillas sepulcrales, o la más cercana del barrio de Salamanca.
Luego se disparó el concurso de "quien más mejor", y aparecieron los acristalamientos de ventanas y terrazas con imagen de chalet inglés, o noreuropeo, de color blanco y división en falsos paneles acristalados. Y luego llegó la apertura de huecos y ventanas donde no estaban previstos, y claramente distorsionaban la sabia alternancia y el juego de huecos y muros, y a estos siguieron los conductos y aparatos del aire acondicionado, la proliferación de las antenas parabólicas y personales, y la subsecuente extensión del cablerío externo. Con todo ello, la imagen colectiva, fluctuante y enriquecida de la fachada continua, expresión aglutinada de una vida compartida pero diferente, ha ido desapareciendo debajo de tal parafernalia de cachivaches, modelos, colores, materiales. Y vinculado a ellos, las malas formulas constructivas adosadas detrás de esa avalancha formal sacada de los catálogos de los intermediarios menores del mercado constructivo pret a porter, y de la aparición del YO habitacional con mayúsculas, asesorado por los profesionales del ramo, interesados sólo en el negocio rápido. Finalmente, se ha terminado por "chabolizar" la propiedad colectiva horizontal por esa necesidad subconsciente de la diferenciación.
La personalización de la residencia crece, y las culturas y técnicas de las que se nutre, abundantes, ajenas la mayoría de las veces, incluso procedentes de sociedades a las que no se conoce ni aprecia, se imponen por la fuerza del mercado. Lo mismo que sucede con la alimentación, la ropa, las formas de vida, la cultura.
Curiosamente, ante el caso de edificios que son publicitados y vendidos como objeto de culto, claro es que a precios caros, o cuando su reconocimiento como cosa de valor es difundido por los medios de masas, las personas adoptan cierto indicio de respeto consciente, acrecentado además en la práctica por la existencia de normas de salvaguardia para no alterar la propuesta estética y constructiva inicial. Son los edificios protegidos. De la misma forma, si nos referimos a los edificios caros, de alto estándar, situados en las zonas de mayor valor urbano de la ciudad, habitados por grupos sociales pertenecientes a los niveles altos, vemos que esos valores culturales y económicos permiten el mantenimiento sin reformas o apósitos destructores de la imagen original, la conservación del modelo, el mantenimiento o mejora cultural y técnica de sus características básicas, y por lo tanto de su valor.
Lo malo no es pues la personalización, sino un cierto entendimiento acultural de la misma, un cierto sentido o complejo de necesaria superioridad social de vecindario en desacuerdo con la realidad. Es decir, en definitiva, hacerlo desde una propuesta cultural inferior a la que produjo el edificio en cuestión, con lo que se pierde cierta imagen poética para quedarnos en la nada controvertida.
¿Tienen pues derecho, los propietarios de las viviendas englobadas en conjuntos colectivos a cambiar la imagen externa de estas actuando de forma personal e independiente?.
Pues sí y no, dependiendo de cuándo, cómo y de que forma. Queda claro por otra parte que uno de los sustanciales escollos para esta renovación o modificación personalizada de la vivienda en su imagen y tecnología externa es la baja formación de los servicios y equipos técnicos que realizan estos trabajos, normalmente pertenecientes a los sectores más débiles del mercado de la construcción, tratando de obtener el mayor beneficio con una rápida ejecución y el recurso a materiales de segunda o tercera, y que actúan o son reconocidos habitualmente, para mayor paradoja y escarnio, como "asesores cualificados" del consumidor medio.


¡A hacer Poetas!
Norberto Spagnuolo / Febrero 2004

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